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2007/08/29

Por qué el modelo de maternidad está en transición


La mujer actual busca una nueva manera de ser madre, pero aún no la encuentra. Está atrapada en un mundo en el que tiene cada vez más oportunidades, pero aún no sabe bien cómo adecuarlas con sus obligaciones familiares. Esto se traduce en una gran inseguridad y una sensación de tensión permanente. Aquí, identificamos cuatro modelos de madres conflictuadas: la culposa, la que genera cambios, la frustrada y la depresiva.

La siquiatra infantil y perinatal francesa Françoise Molénat lleva años trabajando en la unidad de primera infancia del hospital universitario de Montpellier. Ahí, le toca atender a mujeres embarazadas o que recién fueron madres, y en los últimos años dice haber identificado un nuevo fenómeno que aún la sorprende. 'En mi consulta, veo muchas madres jóvenes con guaguas chicas, y lo que más me impresiona es la inseguridad de esas madres, la inseguridad de los padres de hoy', asegura esta doctora –quien es también presidenta de la Asociación de Formación e Investigación del Niño y su Ambiente de Francia–, pocas horas después de aterrizar en Santiago para participar en las Jornadas Internacionales de Salud Mental Perinatal organizadas por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

En cifras, dice la doctora Molénat, esa inseguridad se expresa en una tasa de 10 a 20% de madres con depresión posparto a nivel mundial. En su consulta, se expresa a través de temores variados, que empiezan justo antes del nacimiento de los hijos, bajo la forma del miedo al parto o a que el niño no nazca sano, y siguen después con el temor a no hacerlo bien, a no estar a la altura de las necesidades del recién nacido.

'Uno encuentra de manera muy frecuente madres con este miedo a no lograrlo, con una mala imagen de sí mismas y aisladas. Hay una fragilidad narcisista en la manera en que se perciben como madres. Temen no ser buenas mamás, se preguntan si su hijo las va a querer, si van a entender cuáles son sus necesidades, si van a ser capaces de entender cuando la guagua las llama, si van a tener los gestos adecuados o incluso si van a tener derecho a hacer tal o cual cosa', asegura la experta, autora de varios libros sobre embarazo y maternidad.

Y eso inevitablemente tiene repercusiones sobre la crianza. 'Ocuparse de una guagua pasa por las emociones. Por supuesto que hay que saber un mínimo sobre los gestos que es importante tener con ellas, pero los gestos pasan por el cuerpo. No es un proceso intelectual. La guagua crece con el placer en la relación, entonces, si no hay placer en ese lazo porque la madre está tensa o asustada, el hijo reacciona: se pone inquieto, duerme y come mal, llora, y en el peor de los casos, aprende a callarse'.

La crisis de identidad
La apertura del mundo público a las mujeres y la aparición de nuevas alternativas de desarrollo personal han sido avances difíciles de manejar para el género femenino. No sólo ha implicado que aprendan a equilibrar sus tiempos para compatibilizar vida personal y profesional, y que desarrollen recursos para encarar las exigencias que enfrentan en esos distintos ámbitos. También las ha llevado a cuestionar su imagen de madre. Y muchas veces lo viven como una crisis de identidad.

María Elisa Molina, doctora en sicología de la Universidad Católica y terapeuta familiar, ha convertido la evolución del concepto de maternidad en el tiempo en uno de sus principales focos de interés. Según ella, la mujer vive hoy un momento de conflicto.

'Hoy, una mujer que es madre no sólo quiere criar bien a sus hijos. Se valida como persona siendo una buena mamá, pero también desarrollándose profesionalmente o entreteniéndose, y eso le genera un conflicto', dice.

Hasta mediados del siglo pasado, explica Molina, el modelo de maternidad que predominaba era el de la madre perfecta, una mujer que veía la maternidad como un deber intensivo, exclusivo y que se creía muchas veces omnipotente. 'La madre adecuada era la que tenía muchos hijos, la que permanecía en la casa, la que estaba cargo del ambiente privado y de la moral de la familia. La madre era también quien apoyaba al marido en su esfuerzo como proveedor y como hombre que tiene que ir a realizar una acción sobre la sociedad', explica.

En ese esquema rígido, las madres subordinaban sus propios deseos y se excluían de otras áreas de realización para dedicarse totalmente a la crianza. Las cosas han cambiado y la mujer tiene hoy derecho a la autorrealización y la autosatisfacción. Pero el discurso social respecto del rol que debiera tener la madre es ambiguo. 'La mujer, para poder abrirse espacio, necesita cuestionarse la maternidad. Ya se da cuenta de que no es omnipotente, de que no lo hace todo bien. Se da cuenta de que no es la única a cargo de todo el ambiente privado de la casa porque resulta que, de alguna manera, lo privado dejó de ser privado. Actualmente, tiene que compartir las tareas de crianza con el padre, por cierto, pero también con el colegio, el médico, el jardín infantil. Se encuentra con que no es perfecta, con que no es una madre exclusiva. Pero los discursos antiguos no están superados, todavía son válidos los modelos clásicos de maternidad. Entonces la exigencia a la madre sigue', asegura María Elisa Molina.

Molénat concuerda. La experta francesa cree que el cambio de estatus de la mujer en la sociedad ha hecho que sienta la necesidad de demostrar que se la puede tanto en el ámbito del trabajo como en el desarrollo de una buena imagen de sí misma como madre. A eso se suma la aparición de la anticoncepción, que puso una carga más sobre los hombros de las parejas con familia: como la mayoría de las veces la llegada de un hijo es algo elegido y deseado, sienten que no tienen derecho al error.

'Las madres interiorizan esta idealización que existe de la mujer que lo hace todo bien, esta exigencia social de estar a la altura y, por lo tanto, no se atreven a pedir ayuda. Traer un hijo al mundo implica por definición estar vulnerable y necesitar no estar sola. Sin embargo, estamos en una sociedad en la que ser autónoma, arreglárselas sola, es un valor, y necesitar a otro, atreverse a decir que uno no se siente capaz de enfrentar la maternidad o que necesita ayuda, no es bien visto', lamenta Molénat.

Otro elemento importante, según la experta, está vinculado con el hecho de que las habilidades que le permiten a las mujeres ser exitosas en el ámbito público no corresponden a las que requiere la maternidad y el desarrollo de un buen apego entre madre e hijo. Y eso también genera inseguridad. 'Ser una mujer activa requiere muchos procesos racionales: sentirse segura de sí misma, tener una profesión, someterse a exigencias de trabajo, de ambiente, de ritmos, y tener un hijo implica una gran parte de irracionalidad', afirma.

En este contexto, asegura María Elisa Molina, es muy difícil que la mujer de hoy viva la maternidad de manera serena. Para ella, la madre contemporánea es esencialmente conflictuada; es una mujer que está buscando un nuevo modelo de maternidad, pero aún no lo encuentra. 'Queremos encontrar nuevas respuestas, que ya no pueden caer en las estructuras rígidas que existían antes. Por eso hay una crisis de la identidad parental. Hay mucho menos seguridad respecto de los modelos de crianza que se utilizan y mucho menos racionalidad en las normas que se toman. La acción de los padres es mucho más improvisada'. ya

Los cuatro estilos de madre conflictuada
En el escenario actual, la sicóloga María Elisa Molina identifica cuatro modelos de madres conflictuadas que no son excluyentes el uno del otro: la madre culposa, la que genera cambios, la frustrada y la depresiva.

La madre culposa:
La culpa es, sin duda, uno de los elementos que más caracteriza a las madres de hoy. Según María Elisa Molina, el juicio social siempre está atrasado respecto de los avances que experimenta la sociedad. Hoy aún se tiende a criticar a la madre de familia que opta por privilegiar su desarrollo profesional. 'La mujer que acepta un cargo de alta responsabilidad, por ejemplo, muchas veces se enfrenta al juicio social de que abandonó a sus hijos', dice.

Lo más probable es que esa mujer busque compensar esa culpa de una u otra manera. 'Son las madres que están creando formas de compensaciones rituales, como celebrarle los quince años al hijo e irse de viaje con él para compensar, por ejemplo, lo que no se ha podido vivir en forma permanente'.

También existen formas de compensación menos sanas, como las recompensas materiales y la cultura permisiva. 'Uno ve cotidianamente que muchas no pueden tolerar la angustia que les provoca la mala conducta de un niño, sobre todo en un espacio público, y que acallan una pataleta comprándole un helado o un dulce. Eso sucede porque el juicio social las hace dudar de si lo están haciendo bien, entonces sienten que no pueden permitir que el hijo sufra por ningún motivo. La madre que está con culpa siente que si el hijo sufre, es por culpa de ella", explica Molina.

La madre que genera cambios:
Es la madre que está consciente de que no quiere seguir el modelo antiguo de madre omnipotente y que aspira a desarrollarse como persona en otros ámbitos. Su conflicto es que quiere tener una participación en la sociedad, pero aún no sabe cómo lo va a hacer para cuidar su casa al mismo tiempo. Al buscar nuevas formas de expresarse y de autovalidarse, esta madre genera una crisis que lleva al establecimiento de nuevos acuerdos de parentalidad y convivencia en la pareja o, en el peor de los casos, a un quiebre.

Según María Elisa Molina, esta madre tiene la ventaja de poder presentarle a sus hijos una visión del mundo en transformación. 'Es una madre que incorpora la reflexión en la relación con sus hijos. No trae verdades ya editadas, sino que construye la realidad con el hijo y también aprende de las necesidades que el hijo le va presentando, porque ella no tiene todas las respuestas'.

La madre frustrada:
Es la madre que se somete al antiguo modelo de maternidad aunque éste no le acomode. Es la mamá perfecta, la que no cuestiona los cánones, sigue a cargo del ámbito privado y pone toda su autovaloración en la maternidad. Generalmente, no cuestiona el modelo tradicional, porque perder esa fuente de valoración la angustia mucho. También puede que se mantenga en ese rol exclusivo de madre porque siente, culturalmente, que es una obligación y no vive su opción en libertad. El riesgo de estas mujeres en la sociedad actual es que se encuentren algún día sin tareas, porque la organización social es tal que las responsabilidades parentales son más compartidas (por la iglesia, los colegios, los scouts, etc...). También puede pasar que se sientan poco valoradas por esta sociedad, que destaca cada vez más a las mujeres que se realizan en el ámbito público.

La madre depresiva:
Al incorporarse de manera más determinante al ámbito público de la sociedad, las madres se enfrentan a nuevos desafíos. Ahora no sólo tienen que ser buenas madres, sino que también son profesionales que tienen que competir, y las exigencias se van sumando hasta que se sienten sobrepasadas. 'Ella entra a un mundo en el cual tiene que jugársela para tener un lugar y así todas las alternativas que se le van presentando exigen que desarrolle nuevas competencias que no tenía; eso puede generarle trastornos de distintos tipos y llevarla a la depresión cuando siente que no se la puede', explica María Elisa Molina.

Fuente: Revista Ya. El Mercurio. Daniela Mohor W

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