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2007/09/16

Los preescolares chilenos ven un promedio de 3,5 horas de TV al día

Los preescolares chilenos han crecido con la compañía diaria de la TV prácticamente desde su nacimiento. Entre los 7 y los 18 meses ya están viendo casi dos horas al día; y al incluir al total de preescolares hasta los 5 años, el promedio de tiempo frente a la pantalla chica es de 3,5 horas.

Así lo señalan los resultados del estudio "Informe Preescolares 0-5", que el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) presentó ayer en el seminario "Infancia y Televisión".

Después de haber estudiado a los "tweens" (8 a 13 años) y a los "teens" (14 a 17), el CNTV se centra por primera vez en los "toons", como llama a los niños de 0 a 5 años. Y los muestra como muy tecnologizados y con gran autonomía de uso de estos aparatos, pero prefiriendo la posibilidad de jugar con amigos o de salir.

Sin embargo, la actividad diaria que más se repite, lejos, es la de ver televisión: el 84,7% lo hace todos los días. En cambio, sólo el 17% lee o le leen un libro, y el 34% escucha música.

El promedio de 3,5 horas diarias de los preescolares es mayor incluso que el registrado por otro estudio del CNTV (de 2000-2004), que arrojó que los escolares de 4 a 9 años ven 3,2 horas, y que los de 10 a 14 años ven 3,46 horas.

Especialistas en salud mental infantil consideran que las cifras de exposición a la pantalla chica son preocupantes. "Que un menor de tres años vea más de una hora de TV al día ya es abusivo. Y después de esa edad, más de dos horas también lo es", dice la neuropsiquiatra infantil Amanda Céspedes.

Consecuencias
Está comprobado, agrega, que en niños menores de 3 años una exposición tan alta "limita en forma importante varias áreas de su desarrollo: la vincular (sus relaciones afectivas significativas), la comunicativa y la lingüística". La pantalla muestra lenguaje, pero está inserto en un contexto que el niño no comprende. Sobre todo porque la mayor cantidad de contenidos televisivos no están hechos para preescolares.

Además, agrega Amanda Céspedes, con muchas horas frente a la pantalla el niño ve limitadas sus posibilidades de conocer el mundo que lo rodea a través de su experiencia directa.

Otra consecuencia es que la TV sobreestimula el procesamiento de tipo simultáneo y visual, pero a la vez se retarda el procesamiento de tipo secuencial, que es clave para el aprendizaje de la lectura, explica la neuropsiquiatra. "Estudios en Estados Unidos y Europa han mostrado que niños expuestos en forma excesiva a la TV sufren un retardo de hasta dos años en el aprendizaje de la lectura".

Sin embargo, la percepción de los padres dista mucho de la mirada de los especialistas. El "Informe 0-5" del CNTV señala que el 64% de los padres considera "adecuada" la cantidad de TV que ven sus hijos; sólo el 3,9% la califica como "excesiva"; el 15%, como "mucha", y el 17% dice que es "poca".

Según señala el estudio, tampoco parecen percibir hasta qué punto la TV influye en sus hijos. Cuando se les pregunta ¿qué imitan sus niños de la TV?, el 54% responde "a los dibujos animados"; el 48%, a los grupos musicales, y sólo el 13% admite que imitan la violencia de los monitos.

"Cuando un estudio está hecho sobre la autopercepción, siempre se van a dar respuestas que muestran la 'deseabilidad social'. Y los padres no quieren ser evaluados negativamente por tolerar que sus hijos vean tanta televisión", explica la psicóloga María Eugenia Ziliani, coordinadora nacional de Educación Parvularia del Ministerio de Educación.

"Y aunque los papás no siempre tengamos las herramientas para manejar la situación durante el día, es importante que al menos tengamos conciencia del problema y que busquemos caminos para compensar esta sobreexposición. Por ejemplo, tomando la decisión de apagar la televisión al llegar del trabajo y dedicar un momento a compartir con los hijos", agrega Ziliani.

Olvidados por canales abiertos
Ayer, los encargados de las áreas infantiles de Canal 13, TVN, Chilevisión y UCV Televisión hicieron un mea culpa en el seminario organizado por el CNTV: la TV abierta chilena tiene una escasa oferta para preescolares. TVN emite "Lazytown" y UCV la animación local "Recórcholis y corchito". El resto, nada.

Cote Correa, realizador de "Diego y Glot" (Canal 13), cree que hay una explicación comercial: "No hay conciencia de una TV para preescolares, a diferencia de los 'tweens', que son un mercado para los canales".

En TVN asumen la falla y anuncian un bloque de programación para este grupo. A través de Mideplan, el Gobierno destinó $100 millones para una propuesta para preescolares, aún en proceso.

EN CIFRAS
31% de los padres declara dar dinero a sus hijos menores de 6 años.
29% de los niños de 4 a 5 años usa el computador sin ayuda. Y el 24% lo hace con internet.
53% de los padres afirma que los niños son más felices ahora que antes. El 23% cree que son menos felices. Esta última percepción aumenta en la medida en que se sube en la escala socioeconómica.
71% de los padres cree que lo que más necesitan los niños pequeños es cariño y estar con ellos.
Fuente: El Mercurio

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2007/08/30

Padres tratan de erradicar los pañales desde los primeros meses


Un naciente movimiento en EE.UU. intenta que los papás lean los gestos con que los bebés avisarían que quieren ir al baño.

No más pañales podría ser el lema de un movimiento que cada vez gana más adeptos entre los padres estadounidenses. Algunos argumentan razones ecológicas y otros tienen motivaciones más prácticas: evitar poner y sacar pañales, limpiar a la guagua o preocuparse de si está seca o no. Otros, incluso, consideran que desarrolla un nivel superior de comunicación con los hijos.

La filosofía de estos padres se denomina "comunicación de la eliminación" y se basa en la idea de que los niños nacen con la habilidad instintiva de indicar cuándo quieren usar el baño.

Sonidos guía
La tarea de los padres es prestar atención al lenguaje corporal de los niños para identificar cuándo quieren evacuar intestinos o vejiga. Frente a señales como una expresión compungida, un intestino que se agita o una contracción facial, los atentos padres rápidamente ponen a la guagua sobre una bacinica, el excusado o, incluso, un lavamanos o el pasto del parque donde están paseando.

"Lo mejor es que realmente la mayor parte de lo que hace va al baño en vez de que haya que limpiarlo; no tengo que despertar de noche y cambiar pañales o sábanas mojadas, y viajar sin acarrear una enorme bolsa de pañales es fantástico", dijo Erinn Klatt a la agencia AP, que comenzó a practicar la técnica cuando su hijo estaba recién nacido. El niño hoy tiene 13 meses de edad y aunque desde pequeño no usa pañales, su madre dice que desde los seis meses no moja su cama.

Para facilitar la tarea, cuando los padres ayudan a sus hijos a evacuar, hacen sonidos como "ssssss". "Cuando tenía tres meses y medio, Simón empezó a imitar nuestro 'ssssss' para avisarnos que quería hacer pipí", dice Rachel en el sitio diaperfreebaby.org, un portal que reúne a padres que han puesto en práctica estos principios y donde intercambian consejos y se promocionan libros como "El bebé sin pañales" o "Sin pañales: la noble sabiduría de la higiene infantil natural".

Para el doctor Francisco Riedemann, pediatra de la Clínica Indisa, esta tendencia no causaría mayor problemas a los niños, pues no se los fuerza a retener la orina o las deposiciones, pero sí puede ser muy poco práctico para los padres, que tienen que estar las 24 horas pendientes de los gestos de su hijo. "Como sólo ellos reconocen los gestos, eso hace muy difícil dejarlo con otra persona que lo cuide, como una nana, la abuela o una sala cuna", dice el pediatra.

Rose, madre de un niño de cinco meses consultada por AP sobre esta metodología, lo plantea así: "¡Les enseñan desde que nacen! Cuando tienes dos horas de sueño entre cada papa, no hay tiempo para hacerlo. Uno sólo espera que su hijo esté sano, feliz y bien alimentado".

Para los padres que siguen la "comunicación de la eliminación" a veces hay algunos problemas. "A veces no funciona y me siento un poco avergonzada", dice Isis Arneses, cuya hija de tres meses no usa pañales. Isis agrega que a veces es difícil explicar el proceso. Sobre todo cuando sostiene a su hija para que orine sobre el lavamanos de un baño público.

Fuente: El Mercurio

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2007/08/29

Parejas chinas pagan hasta 26.500 dólares por un hijo


Esto parece estar fuera de toda lógica, pero lamentablemente las parejas chinas han debido llegar a pagar hasta 26.474 dólares (20.000 euros) para lograr tener un segundo o tercer hijo aprovechando un vacío legal en la antinatura constitución política oriental que les permite concebir solamente un hijo.

Los matrimonios orientales contratan por esa suma de dinero a una "madre de alquiler". A pesar de la prohibición del gobierno desde el 2001, una red de intermediarios y agencias, así como los vacíos legales al respecto, permiten mantener esta práctica muy preciada por muchas familias de ese país.

Una de las agencias de "madres de alquiler" es AA69, que ayuda a 20 parejas al mes a encontrar una mujer para tener a su hijo y las contacta con hospitales para hacer la inseminación artificial "si es necesario", según Xie, uno de los responsables de la empresa.

A pesar de la prohibición, Xie asegura que los hospitales que colaboran con su agencia están entre los 95 aprobados por el Ministerio de Salud chino para llevar a cabo la reproducción asistida, a pesar del riesgo que corren de perder la licencia por contribuir al negocio de las "madres de alquiler".

Una de estas mujeres, de 32 años, que ya ha dado a luz a dos niños para otros padres, asegura en su primer embarazo de alquiler cobró 9.250 dólares y tuvo asistencia médica, pero en el segundo, por el que cobró 13.226, ella misma se hizo la inseminación artificial.

Para las parejas que no pueden tener hijos, encontrar una "madre de alquiler" es el camino para formar una familia, mientras que grupos feministas critican esta práctica porque es un "abuso del cuerpo de la mujer".

Un portavoz del Ministerio de Salud, apellidado Ma, aseguró que es difícil legislar sobre esta materia, ya que "implica cuestiones éticas y normas sociales".

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Por qué el modelo de maternidad está en transición


La mujer actual busca una nueva manera de ser madre, pero aún no la encuentra. Está atrapada en un mundo en el que tiene cada vez más oportunidades, pero aún no sabe bien cómo adecuarlas con sus obligaciones familiares. Esto se traduce en una gran inseguridad y una sensación de tensión permanente. Aquí, identificamos cuatro modelos de madres conflictuadas: la culposa, la que genera cambios, la frustrada y la depresiva.

La siquiatra infantil y perinatal francesa Françoise Molénat lleva años trabajando en la unidad de primera infancia del hospital universitario de Montpellier. Ahí, le toca atender a mujeres embarazadas o que recién fueron madres, y en los últimos años dice haber identificado un nuevo fenómeno que aún la sorprende. 'En mi consulta, veo muchas madres jóvenes con guaguas chicas, y lo que más me impresiona es la inseguridad de esas madres, la inseguridad de los padres de hoy', asegura esta doctora –quien es también presidenta de la Asociación de Formación e Investigación del Niño y su Ambiente de Francia–, pocas horas después de aterrizar en Santiago para participar en las Jornadas Internacionales de Salud Mental Perinatal organizadas por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

En cifras, dice la doctora Molénat, esa inseguridad se expresa en una tasa de 10 a 20% de madres con depresión posparto a nivel mundial. En su consulta, se expresa a través de temores variados, que empiezan justo antes del nacimiento de los hijos, bajo la forma del miedo al parto o a que el niño no nazca sano, y siguen después con el temor a no hacerlo bien, a no estar a la altura de las necesidades del recién nacido.

'Uno encuentra de manera muy frecuente madres con este miedo a no lograrlo, con una mala imagen de sí mismas y aisladas. Hay una fragilidad narcisista en la manera en que se perciben como madres. Temen no ser buenas mamás, se preguntan si su hijo las va a querer, si van a entender cuáles son sus necesidades, si van a ser capaces de entender cuando la guagua las llama, si van a tener los gestos adecuados o incluso si van a tener derecho a hacer tal o cual cosa', asegura la experta, autora de varios libros sobre embarazo y maternidad.

Y eso inevitablemente tiene repercusiones sobre la crianza. 'Ocuparse de una guagua pasa por las emociones. Por supuesto que hay que saber un mínimo sobre los gestos que es importante tener con ellas, pero los gestos pasan por el cuerpo. No es un proceso intelectual. La guagua crece con el placer en la relación, entonces, si no hay placer en ese lazo porque la madre está tensa o asustada, el hijo reacciona: se pone inquieto, duerme y come mal, llora, y en el peor de los casos, aprende a callarse'.

La crisis de identidad
La apertura del mundo público a las mujeres y la aparición de nuevas alternativas de desarrollo personal han sido avances difíciles de manejar para el género femenino. No sólo ha implicado que aprendan a equilibrar sus tiempos para compatibilizar vida personal y profesional, y que desarrollen recursos para encarar las exigencias que enfrentan en esos distintos ámbitos. También las ha llevado a cuestionar su imagen de madre. Y muchas veces lo viven como una crisis de identidad.

María Elisa Molina, doctora en sicología de la Universidad Católica y terapeuta familiar, ha convertido la evolución del concepto de maternidad en el tiempo en uno de sus principales focos de interés. Según ella, la mujer vive hoy un momento de conflicto.

'Hoy, una mujer que es madre no sólo quiere criar bien a sus hijos. Se valida como persona siendo una buena mamá, pero también desarrollándose profesionalmente o entreteniéndose, y eso le genera un conflicto', dice.

Hasta mediados del siglo pasado, explica Molina, el modelo de maternidad que predominaba era el de la madre perfecta, una mujer que veía la maternidad como un deber intensivo, exclusivo y que se creía muchas veces omnipotente. 'La madre adecuada era la que tenía muchos hijos, la que permanecía en la casa, la que estaba cargo del ambiente privado y de la moral de la familia. La madre era también quien apoyaba al marido en su esfuerzo como proveedor y como hombre que tiene que ir a realizar una acción sobre la sociedad', explica.

En ese esquema rígido, las madres subordinaban sus propios deseos y se excluían de otras áreas de realización para dedicarse totalmente a la crianza. Las cosas han cambiado y la mujer tiene hoy derecho a la autorrealización y la autosatisfacción. Pero el discurso social respecto del rol que debiera tener la madre es ambiguo. 'La mujer, para poder abrirse espacio, necesita cuestionarse la maternidad. Ya se da cuenta de que no es omnipotente, de que no lo hace todo bien. Se da cuenta de que no es la única a cargo de todo el ambiente privado de la casa porque resulta que, de alguna manera, lo privado dejó de ser privado. Actualmente, tiene que compartir las tareas de crianza con el padre, por cierto, pero también con el colegio, el médico, el jardín infantil. Se encuentra con que no es perfecta, con que no es una madre exclusiva. Pero los discursos antiguos no están superados, todavía son válidos los modelos clásicos de maternidad. Entonces la exigencia a la madre sigue', asegura María Elisa Molina.

Molénat concuerda. La experta francesa cree que el cambio de estatus de la mujer en la sociedad ha hecho que sienta la necesidad de demostrar que se la puede tanto en el ámbito del trabajo como en el desarrollo de una buena imagen de sí misma como madre. A eso se suma la aparición de la anticoncepción, que puso una carga más sobre los hombros de las parejas con familia: como la mayoría de las veces la llegada de un hijo es algo elegido y deseado, sienten que no tienen derecho al error.

'Las madres interiorizan esta idealización que existe de la mujer que lo hace todo bien, esta exigencia social de estar a la altura y, por lo tanto, no se atreven a pedir ayuda. Traer un hijo al mundo implica por definición estar vulnerable y necesitar no estar sola. Sin embargo, estamos en una sociedad en la que ser autónoma, arreglárselas sola, es un valor, y necesitar a otro, atreverse a decir que uno no se siente capaz de enfrentar la maternidad o que necesita ayuda, no es bien visto', lamenta Molénat.

Otro elemento importante, según la experta, está vinculado con el hecho de que las habilidades que le permiten a las mujeres ser exitosas en el ámbito público no corresponden a las que requiere la maternidad y el desarrollo de un buen apego entre madre e hijo. Y eso también genera inseguridad. 'Ser una mujer activa requiere muchos procesos racionales: sentirse segura de sí misma, tener una profesión, someterse a exigencias de trabajo, de ambiente, de ritmos, y tener un hijo implica una gran parte de irracionalidad', afirma.

En este contexto, asegura María Elisa Molina, es muy difícil que la mujer de hoy viva la maternidad de manera serena. Para ella, la madre contemporánea es esencialmente conflictuada; es una mujer que está buscando un nuevo modelo de maternidad, pero aún no lo encuentra. 'Queremos encontrar nuevas respuestas, que ya no pueden caer en las estructuras rígidas que existían antes. Por eso hay una crisis de la identidad parental. Hay mucho menos seguridad respecto de los modelos de crianza que se utilizan y mucho menos racionalidad en las normas que se toman. La acción de los padres es mucho más improvisada'. ya

Los cuatro estilos de madre conflictuada
En el escenario actual, la sicóloga María Elisa Molina identifica cuatro modelos de madres conflictuadas que no son excluyentes el uno del otro: la madre culposa, la que genera cambios, la frustrada y la depresiva.

La madre culposa:
La culpa es, sin duda, uno de los elementos que más caracteriza a las madres de hoy. Según María Elisa Molina, el juicio social siempre está atrasado respecto de los avances que experimenta la sociedad. Hoy aún se tiende a criticar a la madre de familia que opta por privilegiar su desarrollo profesional. 'La mujer que acepta un cargo de alta responsabilidad, por ejemplo, muchas veces se enfrenta al juicio social de que abandonó a sus hijos', dice.

Lo más probable es que esa mujer busque compensar esa culpa de una u otra manera. 'Son las madres que están creando formas de compensaciones rituales, como celebrarle los quince años al hijo e irse de viaje con él para compensar, por ejemplo, lo que no se ha podido vivir en forma permanente'.

También existen formas de compensación menos sanas, como las recompensas materiales y la cultura permisiva. 'Uno ve cotidianamente que muchas no pueden tolerar la angustia que les provoca la mala conducta de un niño, sobre todo en un espacio público, y que acallan una pataleta comprándole un helado o un dulce. Eso sucede porque el juicio social las hace dudar de si lo están haciendo bien, entonces sienten que no pueden permitir que el hijo sufra por ningún motivo. La madre que está con culpa siente que si el hijo sufre, es por culpa de ella", explica Molina.

La madre que genera cambios:
Es la madre que está consciente de que no quiere seguir el modelo antiguo de madre omnipotente y que aspira a desarrollarse como persona en otros ámbitos. Su conflicto es que quiere tener una participación en la sociedad, pero aún no sabe cómo lo va a hacer para cuidar su casa al mismo tiempo. Al buscar nuevas formas de expresarse y de autovalidarse, esta madre genera una crisis que lleva al establecimiento de nuevos acuerdos de parentalidad y convivencia en la pareja o, en el peor de los casos, a un quiebre.

Según María Elisa Molina, esta madre tiene la ventaja de poder presentarle a sus hijos una visión del mundo en transformación. 'Es una madre que incorpora la reflexión en la relación con sus hijos. No trae verdades ya editadas, sino que construye la realidad con el hijo y también aprende de las necesidades que el hijo le va presentando, porque ella no tiene todas las respuestas'.

La madre frustrada:
Es la madre que se somete al antiguo modelo de maternidad aunque éste no le acomode. Es la mamá perfecta, la que no cuestiona los cánones, sigue a cargo del ámbito privado y pone toda su autovaloración en la maternidad. Generalmente, no cuestiona el modelo tradicional, porque perder esa fuente de valoración la angustia mucho. También puede que se mantenga en ese rol exclusivo de madre porque siente, culturalmente, que es una obligación y no vive su opción en libertad. El riesgo de estas mujeres en la sociedad actual es que se encuentren algún día sin tareas, porque la organización social es tal que las responsabilidades parentales son más compartidas (por la iglesia, los colegios, los scouts, etc...). También puede pasar que se sientan poco valoradas por esta sociedad, que destaca cada vez más a las mujeres que se realizan en el ámbito público.

La madre depresiva:
Al incorporarse de manera más determinante al ámbito público de la sociedad, las madres se enfrentan a nuevos desafíos. Ahora no sólo tienen que ser buenas madres, sino que también son profesionales que tienen que competir, y las exigencias se van sumando hasta que se sienten sobrepasadas. 'Ella entra a un mundo en el cual tiene que jugársela para tener un lugar y así todas las alternativas que se le van presentando exigen que desarrolle nuevas competencias que no tenía; eso puede generarle trastornos de distintos tipos y llevarla a la depresión cuando siente que no se la puede', explica María Elisa Molina.

Fuente: Revista Ya. El Mercurio. Daniela Mohor W

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2007/08/26

En defensa de los padres


Pobres padres. Desde que la psicología se puso de moda empezaron a culparlos por todo. No es de extrañar, entonces, que siempre anden estresados. A cada rato un artículo en internet, periódico o revista les recuerda todo lo que están haciendo mal o podrían hacer mejor. Y basta que uno de sus hijos tenga un problema, se angustie, exprese un temor o no se ajuste a alguna norma, para que se sientan un fracaso. Cuando los niños son chicos, los padres se desviven por satisfacer todas sus demandas con tal de evitarles una frustración.
A medida que van creciendo, los problemas tienden a aumentar junto con la talla y el peso; requiriendo de más tino, más paciencia, más gastos y más comunicación. Si en el siglo pasado se idealizó al "buen hijo", preocupado y custodio de sus padres, en nuestros tiempos la balanza se dio vuelta radicalmente. Hoy en día lo que cuenta son los deberes de los padres y los derechos de los hijos. A los "buenos padres" se les exige sentirse responsables de la conducta, los sueños, la felicidad y el alimento de los hijos desde que nacen... hasta siempre. Y sin esperar mucho a cambio

Como no se habla de las consecuencias emocionales que los hijos tienen en sus padres, se da por sentado que ser padre siempre es un placer. Pocos se atreven a hablar, sin sentirse culpables, de los sinsabores y aflicciones que este vínculo también puede provocar. La dificultad para reconocer que la influencia en la salud mental de padres e hijos es recíproca, ha contribuido a transformar en inconfesable cualquier desencanto de los progenitores con sus roles y deberes. Dicho en otras palabras, los padres afectan la psiquis de los hijos, pero ésta es una relación en ambas direcciones. Porque los hijos también influyen e impactan en la salud mental de los padres.

Hace bien decirlo en voz alta: a veces los hijos duelen. Por ejemplo, cuando ponen malas caras o son desagradables o antipáticos; cuando son demandantes o exigentes; cuando no hacen nada por ellos mismos y se enferman, o hacen exactamente lo contrario de lo que les conviene o no escuchan; cuando se hacen daño a sí mismos o a los demás y no aceptan ayuda; cuando no reportan satisfacciones, sino puros dolores de cabeza; cuando andan en malos pasos o malas juntas o se emborrachan o se drogan; cuando son irresponsables o inconstantes; cuando son maleducados o insolentes; cuando son orgullosos, soberbios o displicentes; cuando son aprovechadores o desagradecidos; cuando dan por sentado el afecto y no lo corresponden, o son incapaces de reconocer todo lo que reciben; cuando sólo piden y son poco generosos, o cuando dan y después pasan la cuenta; cuando son distantes o indiferentes; cuando son descontrolados y se pelean con todos y contra todo; cuando son utilitarios, insensibles o egocéntricos; cuando someten a sus padres a desaires, agravios o humillaciones; cuando cuestionan o descalifican o no perdonan, o cuando son rencorosos y enrostran resentimientos del pasado como jueces implacables; cuando se alejan de los padres a medida que éstos envejecen y los dejan solos, o cuando entre varios son incapaces de procurarle el sustento a quien un día los alimentó a todos. En síntesis, cuando pierden el rumbo o se ponen insoportables o no crecen nunca o son injustos o ingratos o malagradecidos o hirientes o hacen sufrir o causan pena.

En fin, los padres no siempre tienen la culpa de todo. Con sus virtudes y flaquezas, al igual que todos los seres humanos, necesitan de amor, respeto, reciprocidad y cuidado. Y les duele mucho cuando se sienten rechazados. Por eso, es importante entender que a veces... de vez en cuando... ocasionalmente... o, por lo menos, a ratos... el infierno se llena no sólo de padres, sino también de hijos.
Fuente: Revista El Sábado. El Mercurio. Eugenia Weinstein


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Cómo viven los hombres el embarazo


Sorprendido, extrañado, completamente asombrado. Así dice Rafael Gumucio que se sienten los hombres cuando reciben la noticia del embarazo de su mujer. Eso es al principio. Luego, muy solos, porque finalmente esos nueve meses de espera es algo que sólo ellas realmente experimentan. "Podemos vivir la ilusión de colaborar, ir a clases de parto y respirar al ritmo de ella en el parto, discutir de cochecitos y mudadores, hacer yoga, o leer aterrantes libros de consejos paternos, pero nada quita el hecho de que el acto más importante de nuestras vidas se hace a escondidas, lejos de nuestra vista, manos, vientre, que lo hace ella, casi a solas".
Hay una sola pregunta que el marido o el novio de una mujer embarazada no puede responder. Es justamente la pregunta que con más insistencia se le hace una y otra vez: ¿Qué sientes exactamente? ¿Qué tipo de alegría o de perplejidad despierta en ti el embarazo, ese embarazo que otra persona lleva en el cuerpo?

Si el niño o la niña ha sido, como en mi caso, altamente deseado, si es fruto de un acto de amor, si es de alguna manera su propia existencia fetal una promesa de felicidad futura, parece evidente que la respuesta no puede ser otra que: 'Estoy feliz'. Pero esa innegable felicidad no se parece casi nunca a la de la mujer que a tu lado va llevando –con una creciente sonrisa y una cada vez más paradójica libertad–, un peso cada vez mayor, un calor cada vez más ahogante, además de prohibiciones alimentarias, medicinales o deportivas.

Si un hombre cometiera la imprudencia de ser completamente sincero justo cuando no hay que serlo, le diría al que le pregunta ¿Cómo se siente? Que se siente, ante todo, sorprendido, extrañado, completamente asombrado. Acto seguido, con una sonrisa que suavemente se esconde y se apaga –que como un rayo de luna que entre las nubes vuelve a brillar sobre la laguna–, diría que se siente solo, que nunca en su vida se ha sentido con tanta compañía tan solo.

Un amigo que se va
Los hombres se casan, se emparejan para no estar tan solos. Los años te enseñan a golpes a no espantarte ya con las diferencias que te separan de las mujeres, a no luchar contra ellas, a comprender que hay en ellas una angustia ante la muerte, unas absolutas ganas de vivir que se parecen a las tuyas. Aprendes a apreciar esa diferencia, a necesitarla, como esos generales que consultan incluso a sus enemigos porque en ellos encuentran una luz distinta con qué comprender y apreciar la batalla. Después de pelear contra las mujeres, después de rendirse antes ellas (dos posiciones igualmente estériles), se aprende simplemente a ser su vecino, como esos hermanos que los indios o los gitanos se llevaron y vuelven a la casa hablando otra lengua, y comiendo el pan de otra manera, pero en quien sigues reconociendo tu sangre y tus recuerdos. Aprendes a construir con la esposa, o la novia, una sociedad en que cada cual se especializa en un área en la que sabiamente el otro no se inmiscuye. Un siglo de feminismo ha ido, por lo demás, derribando las paredes que nos dividían convirtiendo la identidad sexual en un gigantesco loft, más amplio y moderno, pero también menos privado y más difícil de calefaccionar que el vetusto apartamento antiguo, lleno de muros y closets.

Por un breve momento, los hombres comprensivos y modernos - los asesinos de mujeres son más realistas y ni siquiera lo intentan- pensamos haber superado el miedo ante ese abismo que las mujeres llevan en el centro del cuerpo. Pensamos haber encontrado un compañero de ruta del que no comprendemos todo, pero que a grandes rasgos camina con nosotros hacia el mismo lado. Hasta que, en un gesto de suprema amistad, decidimos juntos emprender la riesgosa tarea de prolongar en el tiempo esta alianza, de transformar - quien sabe por qué tipo de magia- esa complicidad en un nuevo ser que va a ser un poco ella y un poco tú, y ninguno de los dos totalmente. La mujer se embaraza, y toda ilusión de compartir las cosas a medias, se acaba. El feto es suyo y completamente suyo, el dolor, el placer, la alegría y hasta el miedo es de ella y sólo de ella. En el enorme círculo de la vida te convierte en un objeto cuadrado, o rectángulo, que no calza del todo, pero que es al mismo tiempo parte esencial de un proceso que no entiende, que está condenado a no entender.

El embarazo nos recuerda a los hombres el final de la infancia. Los niños jugaban juntos en el patio, o en una calle sin salida, que tenía la ilusión de ser parte de un mismo cuerpo, de tener los mismos intereses, de no separarse nunca más. Luego uno de los niños prefiere mirar a las niñas que las marcas de los autos, otro prefiere leer que jugar al fútbol, otros te abandonan en la fiesta y se van a besar una niña. Los juegos ya no van a ser de todos, ya cada cual por su lado va a jugar su propia pichanga. La infancia se acabó, o peor aún, la infancia se murió. Probamos entonces con la soledad primera, la muerte segura, la del ser que éramos con los otros, que éramos todos juntos y que ya no existe, que es ahora la burla de los adolescentes que fuman, de las niñas que no te miran. El desabrigado mundo en que todos se salvan por su cuenta ha fijado sus reglas, y el niño solo con la pelota, en el portal de su casa, se sabe solo de una nueva manera, marcado por esta primera, por esta primaria soledad del fin de juego.

Emociones parecidas, mezcladas con la alegría y el orgullo de ser macho y haber sido capaz de procrear, siente el padre al ver la primera ecografía. Ya el juego no va a ser de los dos, ya otro, el niño que se supone viene al mundo justamente a jugar, convertirá todo en serio, en definitivo, en verdadero. Mirando flotar a tu hijo en la ecografía, viendo su columna vertebral despegarse y destacarse en medio de las aguas informes, por primera vez eres tú completamente macho - es decir solo- y ella completamente hembra, es decir viva, doblemente y para siempre, viva.

La metamorfosis
Podemos el resto del tiempo jugar a ser iguales, pero por nueves meses (nueve meses que en el fondo son el símbolo de toda una eternidad) no tenemos los hombres y las mujeres nada que ver. La verdadera diferencia entre los sexos, la verdadera identidad femenina empieza con el embarazo, ni un minuto antes, ni un segundo después. Un travesti puede convincentemente cumplir con casi todos los atributos de una mujer, tanto como una mujer puede manejar camiones, pelear en el barro y escupir en un concierto punk. Nuestros disfraces son intercambiables, nuestras pieles son tatuables y transformables. Tenemos mujeres y hombres dos piernas, dos brazos, y dos ojos y ganas y horrores parecidos. Nuestra única diferencia de fondo empieza debajo de la piel, y se puede resumir en una simple cuestión de porcentaje. Mientras en el hombre el porcentaje de órganos y células que tienen como función la reproducción es menor y se concentra debajo de nuestro vientre, en las mujeres la reproducción, la seducción, el sexo, pero también el embarazo y la lactancia, cubre casi todas las partes de su cuerpo. Cuando un hombre engendra, sólo una parte de su cuerpo, una parte que intenta escindirse de él, está involucrada en el juego. Cuando una mujer se embaraza, otro cuerpo, una serie de órganos, una verdadera red de mecanismos complejos se activan y toman sentido. Como un mago va sacando la mujer de su cuerpo espacios que no existían antes, válvulas invisibles, tamaños y colores provisorios que parecen de pronto llevar siglos ahí.

El intento de comprender esta nueva complejidad es inútil. Las mujeres ni siquiera lo intentan, se dejan adormecer, llevar por este accidente que las explica, que les muestra cada día nuevas habitaciones de sí mismas clausuradas y escondidas. Ocupadas en explorarse, el hombre se queda en el umbral de la mansión.

La envidia del útero
Sigmund Freud construyó toda una frágil teoría en torno a la envidia que las mujeres (y según Woody Allen, también algunos hombres) sienten por el pene. Tengo la impresión de que esta teoría, como todas las de Freud, asombrosamente convincente en su pluma, tiene poco que hacer en un mundo en que el poder absoluto del hombre y sus mitos han dejado de ser una realidad tan apremiante y opresiva como la vienesa de finales del siglo XIX. La envidia de la mujer por el pene es una idea provisoria e imprecisa, sobre todo si se la compara con la envidia que sentimos los hombres ante la mujer que engendra.

Morir, comer, dormir, todo eso los machos lo podemos hacer solos, todo eso depende de nosotros. Engendrar, es decir, vivir más allá de la muerte, entregar identidad, empujar más allá de la frontera de nuestra muerte nuestro material genético, en eso tan esencial somos secundarios espectadores, misteriosos depositarios de un milagro del que no comprendemos casi nada.

Engendrar, fabricar vida, multiplicar a la tribu, lo tenemos que hacer con una mujer, eso lo tiene que hacer una mujer. Podemos vivir la ilusión de colaborar, ir a clases de parto y respirar al ritmo de ella en el parto, discutir de cochecitos y mudadores, hacer yoga, o leer aterrantes libros de consejos paternos; nada quita el hecho de que el acto más importante de nuestras vidas se hace a escondidas, lejos de nuestra vista; que lo hace ella, y casi a solas.

La literatura, la música, la poesía, y hasta la política son formas para que los hombres finjamos estar embarazados. Una manera de vivir la experiencia de engendrar, de esperar, de marearse, de sonreír en medio del dolor. Porque llama la atención cómo en todas las ramas del arte, de la religión, de la creación, que los hombres reproduzcamos hasta los más ínfimos síntomas del embarazo. El malestar en los primeros tiempos –compensado por la ilusión–, y después, en la mitad de la espera, esa extraña plenitud física y calma irracional que las mujeres sienten a los seis meses. Y al final, de nuevo la incomodidad y el miedo, y luego el dolor de parto que se olvida rápido y luego la criatura; un partido político, una novela, una sinfonía, un cuadro que se esfuerza en los primeros minutos en parecerse al padre, para luego amamantar de nuestro pecho y volver a ser nuestro y sólo nuestro.

Mediante distintos mecanismos complejos logramos los escritores, los inventores, los creadores de todo tipo, reproducir este ciclo natural que una mujer embarazada vive como si fuese lo más normal del mundo. Nos enseñan estas mujeres embarazadas, que con una sonrisa se convierten en lo que se supone más odiaban ser (una gorda enorme), que nuestra única manera de huir de la muerte, de volvernos eternos, es metamorfosearnos, convertirnos en otro ser. Ese otro ser del que las mujeres tienen la llave, y sienten antes que nadie las patadas y los acomodos. Ese nuevo ser que es de alguna forma ella, ella antes de ser ellos, antes de ser tú también, la línea de sombra - como llama a Conrad el paso de la juventud a la madurez- que no es otra que el cordón umbilical.

Fuente: Revista YA. El Mercurio. Rafael Gumucio

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2007/08/06

Sólo dos cereales son saludables en niveles de azúcar, sal y grasas

Altas concentraciones de grasas, azúcar y sal fueron denunciadas para la gran mayoría de los cereales para el desayuno que compran los chilenos, en un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (Odecu). De todas las marcas analizadas, sólo dos pueden ser consideradas como saludables según el informe, que abarcó desde las marcas orientadas al público infantil hasta los productos "light" o "diet".

Las únicas marcas que sí pasaron el análisis -formulado sobre la norma inglesa en la materia, ya que en Chile no existe legislación al respecto- fueron las avenas tradicionales marca "Quaker" y "Selecta". Todas las 48 marcas restantes obtuvieron reparos.

Por ejemplo, el estudio reveló que el 46% del total de una caja de cereales para el desayuno "Froot Loops" de Kellog's corresponde a azúcar.

Asimismo, La mayor cantidad de sal corresponde a los Corn Flakes de Kelloggs, que tiene 1.100 mg de sodio (sal) por cada 100 gramos del producto. Esto equivale a casi tres gramos de sal por cada 100 gramos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda en adultos un consumo de dos gramos diarios de sal, por lo que con 100 gramos de este producto se estaría superando ese indicador.


Falta de información
Otra alerta hecha por Odecu es que 15 de las 50 marcas analizadas no informan en sus envases el contenido de ácidos grasos trans, ácidos grasos insaturados que se forman cuando los aceites vegetales se procesan y se transforman en más sólidos o en un líquido más estable, en un proceso llamado "hidrogenación".

Según la Odecu, todos estos indicadores no son saludables. "Hay evidencia considerable de que la sal en los niños incrementa el riesgo de hipertensión arterial en etapas posteriores de la vida, lo que es uno de los principales factores de riesgo de infarto al corazón y cerebral", establece el estudio. Esto es reafirmado por el nefrólogo y académico de la Universidad de Chile, Francisco Cano, quien ha estudiado en detalle la hipertensión arterial primaria en menores: "En Chile la estimación habla que hay 200 mil niños con hipertensión arterial primaria, y mucho de eso tiene relación con los hábitos alimentiarios, a lo que no contribuyen estos resultados (del estudio)" afirma el experto.

Para la Odecu, "los cereales no son más que golosinas hechas en base a cereal, pero al consumidor se les presenta con la connotación de ser productos saludables. Y este estudio demuestra que no lo son".

La organización hizo hace dos años el mismo estudio, por lo que la versión 2007 buscaba revelar algún grado de cambio en la composición de estos alimentos. Luego de plantear que los productos no eran saludables, las grandes marcas de esta industria se comprometieron a aumentar la cantidad de fibra dietética presente en estos alimentos. En esa oportunidad, Nestlé dijo estar trabajando en mejorar la calidad de los cereales y que estaba elaborando una línea de productos bajos en azúcar, mientras que Kellogs nunca acusó recibo del estudio de 2005. En tanto, Líder informó que se aprestaban a rotular el azúcar en sus productos y que bajarían los porcentajes de azúcar, sal y grasas.

Sin embargo, el nuevo estudio de Odecu revela que la situación continúa siendo deficiente.

Fuente: El Mercurio

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